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He leído que en la simetría identificamos la belleza o que quizás nos lleve inconscientemente a ella, como también nos hace inconscientes su poder de ensimismamiento.

Y es que hasta nuestra propia apariencia se oculta en las sucesivas capas que crea el tiempo como si nada. Uno se observa retrospectivamente y al entrever aquellas más remotas comprueba ruborizado que era entonces más bello y también más imperfecto.

En nuestra evolución hasta ser adulto vamos modificando nuestro gusto por la belleza de los otros, y por determinar la nuestra: única, impar, y singular.

En la belleza impar aparece la simetría en aquellos que repiten un modelo formando parte de la moda, jister, jipi,…lo que sea que tanto gusta, y que también pasará de moda.

Siempre quedará la valentía de rebelarse contra las formas más comunes, de mostrarse en libertad a riesgo de resultar indigesto para el resto.

Es un valiente Impar quien para ser el mismo no teme ser rechazado. Y a estos valientes los retratamos aquí.

Solo quien no se atreve no sonríe, vive encogido en los caminos seguros, los que ya están hechos, haciendo lo que está bien visto, aparentando hacer lo que hay que hacer. Todo para conseguir ser uno más.

Y al ser uno más, se diluye en la soledad de los pares, en el consuelo de sentir lo correcto para ganarse el cielo una vez muerto, muerto en vida.

Ser impar para ser. Soñar con alcanzar la libertad individual de un nadador frente al miedo anterior al de aprender a nadar.

Aquí se describe a alguno de esos valientes que hacen con su inmenso atractivo individual un mundo más gustoso, completando nuestra vida impar como la del amor que en su singularidad me acompaña para formar juntos una par-eja, de la misma manera que dos unos forman un número, el once, sin dejar de ser ellos.

Par para la muerte, impar en vida.